sábado, 2 de diciembre de 2017

CEDA EL PASO



                           SOLIDARIDAD, ESA PRECIADA VIRTUD




El reloj de la torre del Ayuntamiento dio las cinco campanadas en una tarde primaveral. Algunos minutos más tarde, los alumnos salían por la puerta de la Escuela Unitaria de Niños. A pocos metros, un hombretón de pelo nevado llamó la atención de los escolares y comenzó a contar una pequeña historia:


“Una fría mañana del mes de enero, bajé por el ramal que llega hasta la carretera negra. De repente, fui abordado por un desaliñado sujeto de poblada barba y abundante cabellera.

Amigo me dijo, si me da una peseta, le explico qué es el mundo.

Pues venga le contesté, sacando la única moneda que llevaba en el bolsillo y depositándola en su mano.

El mundo es una esfera que gira sin parar, donde cada uno va a su avío y yo voy al mío.

Y como alma que lleva el diablo, se perdió entre las encinas y alcornoques de la dehesa.”



Los niños celebraban el relato con alborozo, mientras caminaban asiendo sus carpetas y percibiendo el olor del azahar que dibujaba pequeñas alfombrillas a los pies de los naranjos de la Plaza de la Iglesia. Cuando enfilaban hacia la Plaza del Ayuntamiento, un hombre de porte distinguido, estatura mediana y fino bigotito les dio alcance… Era el maestro que, con semblante divertido y cierta curiosidad, les preguntó:

Jovencitos, ¿qué fiesta es esa?

Los infantes, con relativo orden y mucho respeto, le refirieron el motivo del regocijo. 


─Pues una persona que va a su avío es poco digna. Con más dosis de la solidaridad, el  mundo funcionaría mejor. ─Concluyó el profesor


Sus discípulos, que le profesaban un especial cariño, mostraban en los rostros una mezcla de sorpresa y admiración. 


Como habrán adivinado los lectores, el firmante de este artículo era uno de aquellos niños. Por primera vez en mi vida, con nueve años de edad, escuché con atención la palabra solidaridad.


Hoy, con aquel recuerdo bullendo en mi mente, me atrevo a decir que la solidaridad es una virtud esencial del ser humano. Que la persona solidaria manifiesta una naturaleza social que le proporciona un mejor desarrollo personal en su entorno.
Y si nos trasladamos a la circulación vial ─hábitat natural de esta revista─,  podemos afirmar que es el lugar apropiado para, por solidaridad, poner en práctica algunas de estas acciones u omisiones: 
Esperamos el tiempo que haga falta cuando una persona cruza dificultosamente el paso de cebra, renunciamos a ocupar plazas reservadas de aparcamiento, no manipulamos el móvil conduciendo o atravesando la calzada como peatón, no aceleramos cuando otro vehículo nos está adelantando… Y, si es necesario, dedicamos parte de nuestro tiempo a colaborar en un siniestro, o cuando vemos que un conductor se encuentra en apuros por una avería.
Pienso, finalmente, que si fusionamos solidaridad y educación, conseguiremos que los seres humanos seamos solidarios en todas las facetas de la vida cotidiana.
Amigos lectores de TODOMOTOR, que diciembre les sea propicio.
Y, siempre que se presente la oportunidad, sean solidarios.


Fernando Monge

2/diciembre/2017

fmongef@gmail.com

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